jueves, 1 de octubre de 2015

Atención Lideres de alabanzas de nuestras iglesias, esto es para ustedes

En una ocasión, Winston Churchill dijo esto de uno de sus colegas: “Él es uno de esos oradores de los que se decía, ‘antes de que se levante, él no sabe lo que va a decir, mientras está hablando, no sabe lo que está diciendo; y cuando se sienta, no sabe lo que ha dicho”. 

Quizás has estado en un servicio con un líder de alabanza así. Quizás ese has sido tú o eres tú. Si eres líder de alabanza o pastor de adoración, no puedo enfatizar la importancia de tu preparación y planificación para lo que vas a decir en el tiempo de alabanza. La mejor forma de servir a nuestras iglesias es cuando podemos guiarlas a ver la gracia de Dios en sus vidas, y la única forma en que podremos hacer eso es si estamos preparados para liderarlas.


El pastor John Piper dice que hay dos formas de magnificar. Podemos magnificar por medio de un microscopio o por un telescopio. El microscopio hace que algo pequeño luzca grande; el telescopio hace que algo que parece ser pequeño, o lejano, se vea como es: ¡gigante!  Nosotros magnificamos a Dios como a través de un telescopio. Él ya es grande. Nosotros sólo queremos que la iglesia lo vea como Él es en verdad.

He interactuado con varios líderes de alabanza que ensayan toda la semana con el fin de que la banda suene bien y para tener buenas transiciones entre canciones. ¡Esto es muy importante! Sin embargo, yo creo que un líder de alabanza no solamente es un buen músico, sino también debe magnificar la gloria de Dios usando sus palabras.

Preparando el contenido

Como lideres de alabanza, tenemos el gran privilegio de ser de las primeras personas que se dirigen a la iglesia los domingos. Qué gran oportunidad de tomar ese momento para enseñarle a la iglesia quién es Dios y animarles a amarle. No desperdicies tus palabras. No imites al colega de Winston Churchill.

Algunas sugerencias para tu preparación:

Ora. Pasa tiempo orando por la iglesia y por tu servicio a ella. Pídele al Señor que te dé Su corazón hacia ellos. Ora para que Dios te dé sabiduría sobre lo que vas a compartir y que sea de edificación para la iglesia.

Estudia. Pasa tiempo en las Escrituras. Dios nos ha dado su Palabra para que le conozcamos. Si no le conocemos, no podemos enseñar quién Él es. Segundo, puedes estudiar libros sobre el tema. Por la gracia de Dios, ahora tenemos el libro Nuestra adoración importa, escrito por Bob Kauflin, en español. Te animo a que adquieras este libro y lo devores.

Escribe. Escribe lo que vas a compartir, no para leerlo el domingo, sino para familiarizarte con lo que vas a decir. Esto también te puede ayudar a mantener un punto y no irte a la deriva. Practica lo que vas a decir durante la semana. Medita y practícalo mientras estés en el carro, en tu casa, o cuando tengas un tiempo libre.

ABC. Con los años, he creado esto para ayudarme a planificar mis exhortaciones.  Me hago tres preguntas: ¿Es aplicable? ¿Es bíblico? ¿Es claro?

Si no es aplicable, no será relevante a las personas, y no serán afectadas por la exhortación. La meta es que puedan identificarse con lo que se está compartiendo y que así sean animadas, retadas y edificadas. 
Si no es bíblico, lo que vayas a compartir será estéril y aunque la gente se emocione por lo que digas, no serán transformadas. Solo la palabra de Dios puede cambiar corazones (cp. Ez. 36:26-27).

Si no es claro, la congregación simplemente no va a entender lo que le estás diciendo. Puede que lo que digamos sea aplicable y bíblico, pero si no es claro, será en vano. Trata de tener un punto claro. No te vayas en tangentes. Eso ayudará a que la gente recuerde lo que estás diciendo y puedan seguirte.
 
Guardando nuestras palabras

Cuando yo estuve en el internado de líderes de alabanza con Bob Kauflin, él me trajo una observación relacionada a mis exhortaciones. Estas eran un poco largas, y él me explicó que debería acortarlas ya que después del tiempo de alabanza venía la predicación. Esto me ayudó a tener cuidado con el tiempo que me es dado el domingo, ya que mi meta es ayudar a la iglesia a responder a la gracia y grandeza de Dios mientras cantamos. Aunque creo que es importante el dar dirección verbal, entiendo que la prioridad es cantarle a Dios como su cuerpo redimido.

Cuando planifico mis exhortaciones, mi meta es de no hablar más de un minuto y medio o dos minutos. Aunque en ocasiones me paso de ese tiempo, trato de que no sea por mucho. Quiero ser breve. La iglesia no vino a escucharme predicarles antes del sermón. Aclaro que esto no es una ley, como en todo, debemos de usar discernimiento y tener en mente el servir a la iglesia.

El momento preciso

Por lo general, yo tengo dos tiempos planificados en donde hablo. Estos son el llamado a adorar y la exhortación. Antes de cantar, trato de apuntar a la iglesia a lo que hemos venido a hacer. Esto es adorar a Dios como una comunidad redimida. Luego, después de la primera canción, doy mi exhortación. Yo hago esto porque sé que muchas veces las personas vienen distraídas y quiero aprovechar los primeros momentos del servicio para tornar sus corazones a Dios. Luego, trato de estar pendiente a lo que el Espíritu Santo está haciendo en medio de la iglesia y hay veces que siento orar o resaltar palabras de las canciones mientras estamos cantando.
Aunque el hablar la verdad es bueno, debemos de ser cuidadosos de no hablar mucho porque podemos interrumpir el tiempo de adoración. No creo que hay que hablar después de cada canción. En ocasiones es mejor planificar una transición rápida para que no haya un silencio prolongado y así empezar a cantar la canción que sigue.

Ya que estamos en el tema de transiciones entre canciones, considera el no decir “Aleluya y amén” continuamente mientras el guitarrista pone el capo en su guitarra o mientras el pianista se tarda en empezar la canción. El nerviosismo nos lleva muchas veces a tratar de llenar los espacios de silencio diciendo o haciendo cosas como un ritual, sin meditar en lo que hacemos, y sin edificar a la audiencia. Aleluya y amén son palabras para dar gloria a Dios, pero muchas veces terminan siendo usadas para ocultar una mala transición musical.
En otras ocasiones, he estado escuchando un sermón muy edificante y cuando termina el pastor, estoy listo para cantar y responder a las verdades que he escuchado. Pero en esos momentos regresa el líder de alabanza y en vez de cantar, saca la Biblia y nos da una extensa exhortación de por qué debemos responder al mensaje que acabamos de escuchar. Aunque hay momentos en los que una exhortación es útil al final del sermón, debemos tener cuidado de que no estemos distrayendo a la congregación de lo que han escuchado durante la predicación. Muchas veces lo que tienes que hacer es solo cantar.

Cuando te dirijas a la iglesia, magnifica o engrandece la gloria de Dios, como lo hacía el Rey David. Él no estaba satisfecho en hacer eso solo, el invitaba a la gente a que engrandezcan a Dios con él (Sal. 34:1-3). Cuando te dirijas a la congregación, inspira a la iglesia a amar a Dios porque el amar a Dios es el mandamiento más importante (Mt. 22:36-38).

Alguien me dijo alguna vez que el preparar una exhortación de dos minutos puede tomar varias horas de preparación. Toma tiempo durante la semana para preparar con cuidado y con amor lo que vas a compartir con el cuerpo redimido de Cristo. De esta manera honrarás a Dios al hablar Su Palabra, tus pastores estarán agradecidos de tu liderazgo, y la congregación apreciará y recordará lo que tienes que decir.

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