martes, 26 de mayo de 2015

Hablemos sin miedo al sexo

En días recientes, se han señalado en la prensa del país múltiples casos relacionados a la distribución por medio de redes sociales de imágenes sexuales. Desde agentes de la policía, simples ciudadanos, líderes eclesiásticos y confinadas. Y tristemente nos resulta muy fácil juzgar y condenar a la víctima. Si es mujer, el juicio es mayor. Podemos decir: “se lo buscó”, “¿Quién la mandó a enviarle esas fotos?”, “¡Yo jamás haría una cosa como esa!”. 
De esta manera, seguimos enfocando nuestros cañones a quienes parecen ser más “débiles” que nosotros en términos sexuales. Como si muchos de quienes juzgan esas imágenes no hayan hecho uso de ellas para su propio deleite.

Consideremos esto:

    No podemos separar nuestra sexualidad de quiénes somos: Nuestro cuerpo está compuesto por casi 100,000,000 neuronas que regulan desde nuestros movimientos hasta nuestras sensaciones. En nuestro cerebro se fundamentan nuestras emociones. Cuando nos enamoramos, cuando deseamos abrazar o besar a alguien son procesos que están ligados a nuestro cuerpo físico. Por esto, nuestras emociones y deseos (incluso sexuales) son parte esencial de nuestro desarrollo. Si tienes impulsos y necesidades sexuales, ¡felicidades, eres una persona normal!


    Tenemos un mal concepto de que la sexualidad es pecaminosa: Al no hablar y educar sobre ella en nuestras congregaciones, aumentan los casos de conductas sexuales ilícitas, las cuales sí resultan pecaminosas e hirientes. Evidencia de esto son los múltiples casos de abuso sexual dentro de la iglesia.


    La iglesia es necesaria para el crecimiento y desarrollo social: La iglesia como institución social se compone de gente y debe trabajar para la gente, para el mejoramiento y desarrollo social para el bienestar de la comunidad. Es por esto que la iglesia debe hacerse responsable en educarse sobre el tema de la sexualidad desde una perspectiva metodológica. Es decir, cómo funciona nuestro cuerpo, disfunciones y trastornos sexuales, aspectos legales, etc.


La pregunta es:

¿Por qué alguien quisiera compartir su sexualidad en las redes sociales? Podría ser debido a la desvalorización de la sexualidad como un componente, sobre todo, espiritual. Además de promover el sexo como algo que se puede comprar, desechar y distribuir libremente sin ninguna consecuencia emocional o social. Y, aunque no lo creas, por una necesidad de aceptación y afecto.

En mi libro “Hablemos de las Relaciones Saludables” comparto tres fundamentos para la sexualidad:

El sexo tiene que ver con compromiso: La sexualidad se basa en un compromiso primero personal y en la aceptación de todo lo que nos representa de manera integral con nuestro creador. En segunda, un compromiso con nuestra pareja.
 
El sexo tiene que ver con el diseño de Dios: Cuando tomé el curso Psicología Sexual para mi maestría quedé fascinada con la manera tan perfecta que fuimos diseñados para complementarnos sexualmente. Ni un solo detalle quedó fuera. Sin embargo, no se trata solo de un diseño físico, sino de un diseño social. En este caso, cómo una conducta sexual (el manejo de imágenes sexuales personales) se promueve a nivel social (publicación de estas a través de diversos medios), y esto nos afecta como sociedad.

El sexo tiene que ver con todos: Todos somos seres sexuales y es responsabilidad de todos ser parte de la educación. No podemos mirar al lado y decir cuán débil es mi prójimo. Pero sí podemos educarlo con amor y mostrar un ejemplo de una forma diferente de vivir. Me resulta curioso que sea tan fácil citar una lista de reglas de comportamiento y se nos haga tan difícil dejar la piedra en el suelo y darnos cuenta que no somos capaces de lanzarla porque también hemos sido “pecadores”.

Como ya no quiero ver imágenes sexuales en mis redes sociales, no voy a compartirlas para hacer una crítica, no voy a publicar un status diciendo que Dios los juzgará, y mucho menos les voy a decir cuán avergonzado debería sentirse por ello. Por el contrario, le diré: “Ámate lo suficiente como para no hacer algo que dañe tu alma”, porque alguien te amó primero. No necesitas hacer uso de su sexualidad para recibir aprobación o aceptación porque tú tienes valor simplemente por ser quién eres. Yo también te amo, así como lo hizo Jesús.
 
Fuente: www.buenasnuevaspr.com

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