jueves, 23 de abril de 2015

8 Mentiras que los cristianos creen sobre el EXITO

He pasado toda mi vida tratando de ser exitosa. Pensé que era lo que debíamos hacer. Peor que eso, pensé que el éxito era la marca de un cristiano bendecido.

Si Dios te ama, te bendecirá. Así dice la oración de Jabes y el verso preferido de toda América, Jeremías 29:11. Su deseo es de prosperarnos, no dañarnos. Para darnos esperanza y un futuro.

Basta con mirar a todas esas mega-iglesias, con sus santuarios de millones de dólares. Mira todos esos autores con éxitos de venta, con sus conferencias y sus sonrisas.
Pero luego están los 21 egipcios, o los 30 etíopes, martirizados recientemente por su fe cristiana. Ahí están los pastores fieles que no tienen las mega-iglesias, que sufren angustia y dificultades. Y ahí está mi propio viaje como un autor cristiano, a través de la anorexia, el aborto involuntario, y la ansiedad. Y hay un sinnúmero de otros creyentes que hacen lo correcto, que dicen las oraciones correctas, que creen, y sin embargo, que conocen la angustia de Job.

En algún momento de mi vida, el cristianismo se había convertido en una varita mágica en lugar de una postura humilde.

Estas son algunas de las mentiras que en la iglesia a menudo creemos en cuanto al éxito.

1. Mientras más grande, mejor.

No, de hecho, lo pequeño es bueno. Pequeño es la única manera de entrar en el reino de los cielos. Tenemos que llegar a ser como un niño. Un niño está indefenso, dependiente. Un niño no tiene “status” en el mundo actual. Él o ella no lucha: permanece. “Si no se hacen como uno de ellos”, dice Jesús, “no entrarán en el reino” (Mat. 18:3).

2. La bendición de Dios es palpable.

Bienaventurados los pobres, bienaventurados los mansos, bienaventurados los que lloran, bienaventurados los que tienen hambre y sed, bienaventurados los limpios de corazón. Estas bienaventuranzas no tienen nada que ver con las bendiciones físicas o materiales, y todo que ver con la participación en la vida eterna desde ya al conocer a Cristo plenamente.

3. Ayúdate que yo te ayudaré.

Cuando Dios nos dice que debemos ser como un niño, no significa “sé como un niño emocionalmente pero asegúrate de tener un seguro de vida y pensiones y una despensa llena”. No, significa buscar primero el reino de los cielos, y todas estas cosas –la comida, la ropa, el futuro– serán añadidas. Él quiere cuidar de nosotros mientras nos dedicamos a él. Y probablemente significará lucir como tontos para el resto del mundo.

4. Eres lo que haces de ti mismo.

Hay mucha presión de levantar nuestra voz, ser asertivo, y hacer un nombre que no se pierda en un mar de píxeles. Pero Jesús dice: los últimos serán los primeros. A pesar de ser Dios, Él se humilló a sí mismo, tomando forma de siervo, y se hizo obediente hasta la muerte, incluso una muerte maldita de cruz (Fil. 2:5-11). Él confió en Dios que Dios le glorificaría, mientras se despojaba a sí mismo de gloria. Estamos llamados a hacer lo mismo.

5. Sufrir es señal de fracaso.
¿Cuándo se convirtió nuestra cultura en aversiva al dolor? Si nos sentimos incómodos, buscamos una pastilla. Si luchamos con la depresión o el desánimo, o si nos encontramos con un diagnóstico terrible, nos apresuramos a la terapia o al médico, en vez de ir primero al Padre y preguntarle qué quiere que aprendamos a través de este sufrimiento. Dios usa el sufrimiento para nuestro bien, aunque termine en muerte. Cargamos con nosotros la muerte de Cristo, y nunca conoceremos el poder de la resurrección de Cristo si no atravesamos por el sufrimiento.

6. Si se siente bien, hazlo.

Somos grandes orando en buscar respuestas, pero no grande en esperarlas. Pensamos que si ya oramos por algo, nuestra oración fue escuchada y bendecida. Pero Dios a menudo nos pide esperar por Su tiempo, y esperar duele. Es tan difícil ser paciente cuando quieres algo ahora. El mundo, y el evangelio de la prosperidad, nos enseñan a aprovechar las oportunidades y seguir nuestros sueños. Pero la Biblia dice: “Pon tu delicia en el SEÑOR, Y El te dará las peticiones de tu corazón” (Sal. 37:4). Vuélvete maleable para el Señor, sométete a él, y entonces te dará las peticiones de tu corazón. ¿Por qué? Porque sus deseos se han convertido en tus deseos, no al revés.

7. Cree en ti mismo y todo es posible.

Por el contrario, somos como polvo. Aparte de Jesús, no somos nada (Jn. 15:5). En efecto, Dios “ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte. También Dios ha escogido lo vil y despreciado del mundo: lo que no es, para anular lo que es, para que nadie se jacte delante de Dios” (1 Cor. 1:27-29).

8. Solo confía en lo que se puede ver.

Nuestra fe depende de lo invisible. El valor verdadero y el éxito verdadero no se puede medir. No lo veremos o captaremos hasta que lleguemos al cielo. Solo mira Hebreos 11. Considera estos cristianos del pasado que “habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa, porque Dios había provisto algo mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin nosotros” (Heb. 11:39-40).

Ellos nunca recibieron lo que se les prometió, y sin embargo creyeron hasta el final, porque sabían que la vida no se trataba de ellos. Sabían que no eran más que un hilo en un hermoso tapiz de fe que Dios estaba tejiendo a través de su pueblo. Muchos de nosotros hemos perdido este sentido colectivo de la historia, tratando de dejar nuestra propia marca de forma independiente. ¿Qué pasaría si abandonamos nuestra vida por los demás, por la historia más grande, por el evangelio?

Pasé toda mi infancia pensando que el punto de la vida era convertirse en un adulto. Ahora voy a pasar mi vida adulta tratando de ser como un niño. Es ahí donde está la perla (Mat. 13:45-46).


Fuente: www.thegospelcoalition.org

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